La masía de Sloan.


 En esos años de escasez el fútbol se convirtió en una de las pocas distracciones para la población civil y tras la guerra alcanzó un nivel de popularidad nunca antes visto.

Por aquel entonces al frente de la Delegación Nacional de Deportes se encontraba La Falange y altos cargos del Ejército por lo que por animado que fuera el partido bastaba con que un Policía se girara mirando a la grada para que todo quedara en un absoluto silencio.

Tampoco se podía ir a ver el partido vestido de cualquier guisa, personalmente me gustaba ir con mis mejores galas.

Traje, sombrero, una elegante bufanda, paraguas por si llueve y mi bigote impecablemente peinado era el ritual de cada día de partido antes de subirme a mi flamante Seat 600.






































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